martes, 30 de diciembre de 2008

El miedo

Una noche muy calurosa de verano, un hombre salió a dar un paseo por el bosque para refrescarse un poco. Iba preocupado pensando en los asuntos que le agobiaban, tanto que se asustó muchísimo al sentir una sombra negra a su derecha.

Era la figura de un hombre de complexión normal, que tenía los brazos abiertos y que, poco a poco, se le acercaba.

Su corazón empezó a latir con tal fuerza que se le iba a salir del pecho. El cuerpo entero le empezó a temblar, y sintió la sangre caliente en la punta de todos sus dedos.

Él se movía lentamente, y la sombra también.

La miró y siguió caminando con normalidad, pero sin quitarle ojo de encima.

Cuando su cuerpo empezó a no responderle, el hombre se sintió desfallecer.

Entonces, sacando fuerzas de flaqueza, preguntó mirando hacia la sombra y respirando profundamente:

-"¿Quién vive?"


Pero nadie articuló una sola palabra.

En el silencio del bosque se oyó un ruido que lo inundó todo.

Era un ruido estridente y alborotador,

que provenía de la sombra,

que estaba sobre ella,

y a un lado y a otro del hombre,

y encima,

y debajo,

y acá,

y alláaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa.

El hombre comenzó a chillar, cada vez más presa del pánico. Y, mientras más gritaba, más se oían los ruidos de la sombra.

Tanto se asustó el hombre que salió corriendo despavorido.

Pero sólo pudo dar tres pasos. Al cuarto, la sombra le golpeó fuertemente en la cabeza con un palo y el hombre perdió el conocimiento.

Cuando despertó era de día y se veía todo claramente.

La sombra de la que tanto miedo tuvo era un árbol.

Ese ruido que él había juzgado tan estridente por la noche era el que hacían los pájaros al revolotear entre los árboles. Él los había despertado con sus fuertes gritos en el silencio.


Y el palo con el que le habían atacado era una de las ramas del árbol, una rama con la que había chocado y a la que había partido con el ímpetu de su terror.

sábado, 27 de diciembre de 2008

Mis más fieles compañer@s

Mañana viajo para pasar la ITV.
Esto es así: cada cierto tiempo, aprovechando las vacaciones, voy al taller, donde el mecánico-médico revisa si mi vehículo-cuerpo está a punto. Y mañana me toca viajar, porque pasado mañana tengo la cita.
No viajo sola. Me acompaña la más querida de mis hermanas, que, paciente, lleva toda su vida conmigo y mis más fieles compañer@s.
Uno de ellos es el miedo. Sé que todo está bien, yo me siento bien, pero hasta que lo dice el médico se pasa regular.
La segunda es la soledad. Ella conoce mis intimidades hasta el extremo de dejarme sola cuando sabe que lo necesito.
El tercero es el valor, que acompaña a mis miedos en la misma dosis.
La cuarta es la libertad, que es directamente proporcional a la soledad.

Hay otr@s much@s: ilusión, música, un libro, un periódico, la sonrisa de la azafata, el beso de la enfermera, el paseo por los alrededores, las pastillas que me tomo...

¡Oño, Nusa! ¡que no vas a poder facturar tanto!

miércoles, 24 de diciembre de 2008

Historia de un villancico

Aquellos días había nevado mucho.
Los alrededores de Oberndorf (Austria) estaban tan nevados que era prácticamente imposible que los integrantes del coro y el organista pudieran acceder a la iglesia, la iglesia de San Nicolás, a celebrar la misa del Gallo aquel 24 de diciembre de 1818.
El cura, Joseph Mohr, preocupado por no poder contar con música un día tan señalado, improvisó unas letras y se las llevó a Franz Gruber para que les pusiera música y las acompañara con la guitarra.
La letra comenzaba así: "Noche de paz..."

Aquella nochebuena el villancico más famoso de todo el mundo fue interpretado por el cura Mohr, con el acompañamiento de guitarra de Gruber.

Hoy es la canción de navidad más conocida, habiéndose traducido a más de 300 idiomas.

Tanto es así, que en la Tregua de Navidad de 1914, durante la Primera Guerra Mundial, esta canción fue simultáneamente cantada por los soldados de los frentes alemán e inglés, por ser el villancico que todos conocían.
¡Si cuando doña Necesidad visita a las personas, se hacen verdaderas maravillas!

A tod@s, felices fiestas.

domingo, 7 de diciembre de 2008

Besos que hacen justicia

La mujer que me crió tiene 98 años, y ya se está consumiendo. A veces, la soledad le empuja a llamarnos hasta la saciedad, por tonterías: dame el pañuelo, un trozo de pan, la mano... todo para ahuyentar esa soledad que le embarga.
No me acerco demasiado a ella para evitar que me absorba (soy proclive a ser absorbida por quienes quiero y me quieren) y por celos en mi padre (a cierta edad, los viejos se vuelven niños).

Pero hoy me he despachado a gusto: aprovechando que estábamos solas, le he plantado nosécuántosbesosrestallaos, tantos que hasta ella, que a su edad no controla las babas, me ha dicho:
-¡Que te mancho la cara!
-No importa, se limpian con un pañuelo y ya está.

Ha llorado, por hoy y por el mañana ("porque te vas"). Se puede echar de menos a quien no se ha ido, está claro. Lo siente una mujer sabia de 98 años.

sábado, 6 de diciembre de 2008

La lluvia


Una mañana de otoño, una bandada de aves inició su viaje hacia otras tierras más cálidas. Cuando llegó el atardecer, todas se posaron en los árboles del bosque para descansar y dormir. Pero una de ellas, amante de la noche, la pasó mirando las estrellas. Así fue como se enamoró de una y abandonó su bandada para volar hacia ella.


Voló durante la noche y el día, cubierta de frío y llena de sol.


Y llegó a ella, sí. Mas lo hizo con tanto ímpetu que la estrella se partió en pedazos, pedazos que se quedaron incrustados como astillas en su cuerpecito, en sus ojos, en sus alas, en su corazón...


No podía ver. Los trocitos de estrella que tenía en sus ojos se lo impedían.


Tampoco podía volar. Sus alas no le respondían.


Pero sí podía sentir, aunque no llorar. Sentía frío y dolor en su corazón. Sentía que se había equivocado, y la soledad... Recordaba a su bandada, los cantos del despertar y del atardecer, la alegría de volar juntas...


No se sabe cuánto tiempo pasó hasta que, inmóviles sus alas, se dejó caer en el vacío desde lo alto.

El sol, para ella deshacedor de encantos, esta vez deshizo su parálisis, porque, con su calor, convirtió en lluvia los trocitos de estrella que dañaban su cuerpo. Así pudo el ave volar de nuevo, encontrar su bandada y, entre sus compañeras, llorar lágrimas de estrella...


Por eso llueve más en primavera y en otoño, porque son las estaciones de los amores y amoríos, muchos de ellos imposibles. Las aguas no son más que trocitos de estrellas que el sol convierte en lluvia y en lágrimas.

Así, de error en error, riega la Naturaleza sus campos y hace crecer sus bosques, para el gozo de personas y animales.