La mujer que me crió tiene 98 años, y ya se está consumiendo. A veces, la soledad le empuja a llamarnos hasta la saciedad, por tonterías: dame el pañuelo, un trozo de pan, la mano... todo para ahuyentar esa soledad que le embarga.
No me acerco demasiado a ella para evitar que me absorba (soy proclive a ser absorbida por quienes quiero y me quieren) y por celos en mi padre (a cierta edad, los viejos se vuelven niños).
Pero hoy me he despachado a gusto: aprovechando que estábamos solas, le he plantado nosécuántosbesosrestallaos, tantos que hasta ella, que a su edad no controla las babas, me ha dicho:
-¡Que te mancho la cara!
-No importa, se limpian con un pañuelo y ya está.
Ha llorado, por hoy y por el mañana ("porque te vas"). Se puede echar de menos a quien no se ha ido, está claro. Lo siente una mujer sabia de 98 años.
LA OTRA MITAD DEJARÁ DE ESTAR Y DE SER QUEMADA
Hace 4 años
2 comentarios:
Como le hayas dado los mismos que me das a mi, seguro que le has dado unos años más de vida con tanto apretón.
Bsos para ti y para ella, por seguir luchando.
Sí, más o menos los que te doy cuando te veo. Ya sabes que los besos crían jeje.
Y, si como tú dices, dan vida, más deberíamos dar, ¿no?
Besos, por ser y estar.
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