Enciendo una vela de feromonas, la pongo sobre la mesilla y me pongo con una pluma polvos de feromonas sobre mi cuerpo desnudo, frotándome las manos con ella.
Te acaricio (oh, qué suave tienes la piel) con ternura, te abrazo, me pego a ti, tú me abrazas más fuerte.
Ya te pellizco, te atrapo, te lamo, te beso. Te lamo, te beso, te mordisqueo, te como con la fuerza de la pasión, Te beso con ansiedad los ojos (oh, qué claridad), la cara, la boca, el cuello, los pechos. Succiono, y los pezones, grandes y rojos, me piden que siga.
Me pides que te penetre. No, aún hay que esperar un poco más.
Te beso la cintura, el vientre, el sexo (mmm, estás formidable).
Te das la vuelta y pones tus nalgas en mi sexo mientras sigo besándote y acariciándote. Tu cuerpo se balancea, mi sexo se humedece al tiempo que siento el tuyo húmedo como nunca.
Nos ponemos boca arriba y seguimos atendiendo a nuestros cuerpos, intensos de necesidad.
Te penetro poco a poco al tiempo que te balanceas y te derramas en mi mano.
Te relajas y sigo acariciándote (oh, qué suave piel tienes). Te pido que me penetres.
Te pones sobre mí y te balanceas arriba y abajo una y otra vez mientras tu melena rubia me acaricia la cara y el vibrador dentro de mí hace su trabajo.
¿Quién te mira ahora a la cara, tus inmensos ojos claros, después de lo que ha pasado entre nosotras?