Cuando tenemos esta visión, el más pequeño suceso significa que va a pasar lo peor, y nos enseñan desde peques a tener esta visión (¿Quién no recuerda eso de que "por la patá de una mosca te entra la muerte"?)
Los pensamientos catastróficos empiezan a menudo con las palabras “y si...”. Una persona lee un artículo del periódico que describe una tragedia, o escucha un chismorreo sobre un desastre que aconteció a un conocido, y empieza a preguntarse si eso podría sucederle a ella. “¿Y si me rompo la pierna en el baño... Y si secuestran mi avión... Y si me mareo y tengo que ir enferma... Y si mi hijo empieza a drogarse?” La lista es interminable, y una imaginación catastrófica fértil no tiene límites.
La visión catastrófica lleva a sufrir los latigazos de la ansiedad. Para combatir esta visión, es bueno pensar en las probabilidades reales, hacer una evaluación honesta de los porcentajes. ¿Qué probabilidad hay de que me rompa una pierna en el baño? Una entre 10.000? ¿0,001%? Pensar en probabilidades nos libera de la ansiedad y de enfatizar lo negativo. Para el énfasis ya está la ley de Murphy, que para reírse está bien.
2 comentarios:
Nusita, no estoy fuerte en probabilidades ni en mates ni en sumar o en porcentajes ni leyes...
¿Y si mañana sale el sol o la luna y si respiramos "jondo" y nos tomamos un café acompañado de buen rollo? A veces me da por lo optimista.
Besitos ciertos.
Vale, Natalí, tú me dices dónde quedamos. Estoy deseosa de que me hables de los clásicos :)
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