sábado, 26 de septiembre de 2009

Un cuento (no es el que nos contaron)

Un día estaban un calvo, un sordo, un ciego, un cojo, un manco y un mudo. Comenzó a hablar el mudo:

-Amigos, tengo algo que contaros. Abraham, el pastor, ha estado a punto de matar a su propio hijo. Dicen que es mandato de Dios.
-Sí, lo he oído- dijo el sordo. -Yo mismo venía a contaros el caso. Porque no sólo es eso. Es que, además, ha expulsado a su esclava y al hijo que tuvo con ésta, condenándolos a vagar por el desierto. Esto es por mandato de su mujer, no divino.
-¿El buen pastor anciano ? ¡Con lo dulce y afable que se le veía! –dijo el ciego
-¡Qué ingratitud! ¡Abandonar a la esclava después de haberle dado el hijo que necesitaba! ¡Sacrificar a su hijo! Me dan ganas de estrangularlo con mis manos –dijo el manco enfadado.
-A mí me dan ganas de salir por patas –dijo el cojo.- Porque, acordaos, seguro que algún día lo considerarán padre de los creyentes
-Pongo las manos en el fuego, lo harán –dijo el manco.
-Se me ponen los pelos de punta –dijo el calvo.
-Si no lo veo, no lo creo –dijo el ciego.
-No me hagáis hablar más –dijo el mudo –Hagamos algo: quedémonos aquí.
-Eso, luchemos para que semejante atrocidad no se produzca de nuevo –dijo el cojo.

Pasó el tiempo. Con los siglos, ese pastor empezó a ser considerado modelo de hombre justo y de obediencia a Dios, el padre de las tres religiones más importantes. Desde entonces, la humanidad vaga sorda, ciega, coja, manca y muda, porque:
-No oye el clamor de los hijos sacrificados en nombre de Dios.
-No ve las injusticias que continuamente se cometen en su nombre.
-No puede salir por patas de un sistema que la tiene encarcelada.
-Le han cortado las manos.
-Sus gritos de impotencia no son escuchados.

2 comentarios:

Jo dijo...

Es cierto, nos pasa en todos los aspectos de la vida. A veces no somos capaces de ver la injusticia ni las cadenas que nos mortifican, ni muchas otras cosas. Pero también, a veces, ocurren grandes acontecimientos en nuestra vida que hace que se recuperen sentidos y capacidades. ¿Sabes? a mí me ocurrió hace aproximadamente seis meses. Yo estaba ciega y sorda y, claro, ante eso era difícil poder percibir lo que tenía a mi alrededor y disfrutarlo.Pero, como te decía, en ese momento llegó alguien a mi vida que me quitó todas las vendas y todos los tapones y,ahora,tengo la capacidad para disfrutar, sobre todo junto a esa persona y también en soledad, de todo lo tengo alrededor.
Gracias, mi amor.

Nusa dijo...

Esos grandes acontecimientos, unos buenos y otros nefastos son los que nos abren los sentidos y hacen milagros: los mudos hablan; los sordos oyen; los ciegos ven, etc, etc.
Estos últimos meses han sido milagrosos. Gracias por ser y estar :)