martes, 30 de diciembre de 2008

El miedo

Una noche muy calurosa de verano, un hombre salió a dar un paseo por el bosque para refrescarse un poco. Iba preocupado pensando en los asuntos que le agobiaban, tanto que se asustó muchísimo al sentir una sombra negra a su derecha.

Era la figura de un hombre de complexión normal, que tenía los brazos abiertos y que, poco a poco, se le acercaba.

Su corazón empezó a latir con tal fuerza que se le iba a salir del pecho. El cuerpo entero le empezó a temblar, y sintió la sangre caliente en la punta de todos sus dedos.

Él se movía lentamente, y la sombra también.

La miró y siguió caminando con normalidad, pero sin quitarle ojo de encima.

Cuando su cuerpo empezó a no responderle, el hombre se sintió desfallecer.

Entonces, sacando fuerzas de flaqueza, preguntó mirando hacia la sombra y respirando profundamente:

-"¿Quién vive?"


Pero nadie articuló una sola palabra.

En el silencio del bosque se oyó un ruido que lo inundó todo.

Era un ruido estridente y alborotador,

que provenía de la sombra,

que estaba sobre ella,

y a un lado y a otro del hombre,

y encima,

y debajo,

y acá,

y alláaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa.

El hombre comenzó a chillar, cada vez más presa del pánico. Y, mientras más gritaba, más se oían los ruidos de la sombra.

Tanto se asustó el hombre que salió corriendo despavorido.

Pero sólo pudo dar tres pasos. Al cuarto, la sombra le golpeó fuertemente en la cabeza con un palo y el hombre perdió el conocimiento.

Cuando despertó era de día y se veía todo claramente.

La sombra de la que tanto miedo tuvo era un árbol.

Ese ruido que él había juzgado tan estridente por la noche era el que hacían los pájaros al revolotear entre los árboles. Él los había despertado con sus fuertes gritos en el silencio.


Y el palo con el que le habían atacado era una de las ramas del árbol, una rama con la que había chocado y a la que había partido con el ímpetu de su terror.

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