miércoles, 18 de agosto de 2010

La mesa

Yo era una mesa grande. A mi alrededor se sentaban holgadamente hasta cuatro personas a comer. Un día tuve seis comensales, que estuvieron apretaditos, pero cupieron bien.

Además, era una mesa alada. Tenía unos añadidos a los lados que hacían mayor mi superficie, por lo que, con las alas desplegadas, podían estar a mi alrededor hasta ocho o diez personas.

Un día se partió una de mis alas. Mi ama no creyó conveniente repararme, como tampoco lo creyó cuando se partió mi otra ala. A partir de ese momento fui una mesa sin más.

Otro día resulté ser demasiado grande para el salón de mi ama, que me llevó al carpintero para un tratamiento de reducción de superficie. Sufrí entonces la pena de ser aserrada por la superficie y las patas, ya que, para ser estética, no sólo debía reducir mi anchura, sino también mi estatura. Así me convertí en una mesita, y pasé de habitar el centro del salón a ocupar un rincón olvidado del mismo.
Pasé de que mi ama realizara sobre mí cualquier tipo de actividades (comer, escribir, estudiar, charlar...) a servir de repisa del ordenador o de cualquier objeto que mi ama dejaba sobre mí y olvidaba enseguida.

Ahora... ahora no sé qué soy, no sé dónde estoy. No me suena esto nada... ¿Hay alguien aquí ?-preguntó desesperada.

-Sí, tranquila -contestó una silla no muy vieja, pintada recientemente de verde. -Estamos en una planta de reciclaje. Verás, yo...


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